
-Había llegado la primavera-
Había llegado la primavera,
y se arrepintió.
Un niño soltó un globo
a la hora de comer,
pero nadie lo miró
avanzar
sobre las películas
de sus ojos.
Debió llamar a ciertas puertas,
proponer una huida
en toda regla,
encontrar aliados
para un desembarco
e incluso, dicen, convenció a
un par de suicidas
de que su tiempo era otro,
lejano.
Pero finalmente se deshinchó
sobre unas vías
y un tren cargado de reses
muertas cruzó durante horas.
Los grandes ácidos ojos de pescado moribundo
miraron su extraña forma, su hábil manera
de contener el infinito
y la nada hasta espirar.
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